Desde la creación en 2016 del Grupo de Trabajo de Acción Climática de ICOMOS, cuyo esfuerzo culminó con la Declaración sobre el Patrimonio Cultural y la Emergencia Climática de 2020, se han intensificado los trabajos dirigidos a promover buenas prácticas frente a la emergencia climática. Estas iniciativas persiguen un doble objetivo: contribuir a mitigar el agravamiento de la situación climática y, al mismo tiempo, proteger de forma más eficaz nuestro patrimonio cultural. La publicación de la Guía de Adaptación al Cambio Climático o la Guía de buenas prácticas para la instalación de energías renovables son muestras del compromiso de nuestra organización con el diseño de estrategias para la mitigación y adaptación al cambio climático.
Lamentablemente, en los últimos meses hemos asistido a numerosos desastres naturales y humanos, desde la DANA que afectó a la Comunidad Valenciana en octubre pasado, hasta las inundaciones generalizadas a principios de año en toda la península o los incendios forestales de los últimos días, que han dejado un impacto devastador tanto en la población como en el patrimonio cultural, especialmente en el arqueológico.
El patrimonio arqueológico presenta una vulnerabilidad particular ante este tipo de episodios. Su dispersión territorial, junto con el hecho de que muchos yacimientos permanecen ocultos o escasamente investigados, incrementa el riesgo. Estos bienes quedan frecuentemente expuestos sin medidas suficientes y permanentes de protección activa, por lo que su fragilidad queda fácilmente expuesta ante todo tipo de amenazas ambientales y climáticas.
Por ello, desde el Comité Científico Nacional de Gestión del Patrimonio Arqueológico (CCNGPA), en este Día Internacional de la Arqueología, queremos recordar que el patrimonio arqueológico constituye un bien de dominio público cuya protección corresponde tanto a las administraciones como a la ciudadanía. La pérdida de este legado implica no solo el deterioro de testimonios tangibles de nuestra historia, sino también una merma considerable de conocimiento, identidad cultural y recursos educativos y turísticos, afectando múltiples dimensiones de nuestras sociedades y economías.
Frente a la utopía de una conservación universal perfecta y a la complejidad de revertir la emergencia climática actual, es imprescindible continuar invirtiendo en investigación, monitorización y conservación preventiva. Cada elemento del patrimonio arqueológico que se pierde, limita nuestra comprensión histórica y empobrece la diversidad cultural que podemos legar al futuro. Por ello, es fundamental reforzar la implicación de todos los agentes instituciones, profesionales y ciudadanía y fomentar estrategias de ciencia ciudadana, en consonancia con marcos internacionales como el internacionales como el Convenio marco del Consejo de Europa sobre el valor del patrimonio cultural para la sociedad (Faro 2005).
La respuesta ante los últimos desastres no siempre ha sido ágil ni efectiva, tratándose en muchos casos de actuaciones reactivas que llegan cuando los daños ya son irreparables. Contamos con profesionales cualificados y estructuras preparadas para actuar, pero es esencial optimizar su movilización. Una planificación y organización más eficiente de los recursos permitirá mejorar la capacidad de respuesta, así como implementar medidas proactivas que mitiguen los efectos antes de que se produzcan.
Es imprescindible innovar en nuestras estrategias de prevención y adaptación. No basta con responder a los desastres: debemos anticiparnos para minimizar su impacto sobre nuestro legado cultural.
Por todo ello, desde el CCNGPA reiteramos que invertir en prevención es invertir en futuro. Resulta urgente revisar los actuales modelos de gestión del patrimonio arqueológico para afrontar con eficacia las nuevas realidades. A través del Comité Nacional de ICOMOS, tendemos la mano a todas las entidades implicadas para avanzar juntos en este propósito.